El amor como fracaso



Cuenta Guillermo Cabrera Infante que cuando Antoine, el protagonista de Los 400 golpes, corre hacia el mar que nunca antes ha visto y se congela la imagen en el instante en el que mira a la cámara, Truffaut pareciese querer decirnos a través de la mirada del muchacho, esa que nos hace partícipes de su historia, que somos culpables de su destino. La impresión de este largo plano final es similar a la que deja el documental Amy (2015, Asif Kapadia).

Kapadia (Senna, 2010) aborda la vida breve de la cantautora inglesa Amy Winehouse sin apasionamientos previos, lo cual le permitió hacer un trabajo más desprejuiciado. También sin que ninguno de los entrevistados aparezca conversándole al entrevistador en planos medios o primeros sentados en salas de estar o estudios de grabación. Las más de cien entrevistas son el acompañamiento sonoro de las miles de imágenes y material que todos los allegados dieron al director para que recrease los veintisiete años de vida de Amy. Con la baja “La chica detrás del nombre”, este documental resulta muy atractivo por su construcción, pues asemeja el proceso mediante el cual Amy crea las letras de sus canciones –la vemos componer Back to black en una de las mejores escenas de la película–. Toma momentos específicos de su pasado reciente, hechos identificables, no metáforas de, y los entrega atados con sentencias, emociones y gran sentido del humor. Cuando se habla de algún conflicto específico Kapadia sobreimprime algunos versos de sus canciones sobre las imágenes para prestarle verdadera atención al ingenio de la cantante para escribir. 

Las sentencias vienen cortesía de sus familiares, amigos, y quien fuese su esposo, Blake. Su padre, figura difícil como las haya, ha expresado su disconformidad con la película y con lo mal que esta lo hace quedar luego de haber dicho que estaba de acuerdo con todo. El primer representante y amigo de Amy, Nick Shymansky, se pregunta hacia el final por qué nadie hizo nada sino verla destruirse. La sentencia mayor la hace la propia Amy a través de Kapadia, a aquellos y a los del otro lado de la cámara: paparazzi, espectadores, oyentes. Se siente la culpa en las voces de todos los cercanos a la protagonista, y los ojos hermosos adornados con una línea gruesa de lápiz negro y rímel nos miran juzgándonos con tristeza infinita.

Aunque sepamos que tanto Antoine como Amy tomaron sus decisiones libremente, ambas películas exponen causas que parecen ineludibles. En Amy la más determinante es la atención del padre, y es todo lo que parece decir Kapadia que la cantautora alguna vez quiso. Sin embargo esta siempre llegó en momentos muy desacertados y sin duda demasiado tarde. Irónicamente, como le sucedió a la religiosa Heloísa (y guardando las distancias), la fortaleza de Amy nace de la proclamación intrépida de su debilidad en sus escritos. Amy es la historia de una mujer que amó. En Heloísa es el amor como fracaso. En Amy, Love is a losing game.  


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