Lo peor de 2017
5. Vivir
de noche (Live By Night, EEUU, dir.
Ben Affleck)
El problema ha sido
hacer esta cinta luego de haber salido bien parado tras dirigir The town (2010) y sobre todo Argo (2012), ambos thrillers bastante
decentes para un debutante como lo fuese Affleck entonces. Habiendo cruzado
satisfactoriamente la línea entre actor y director no quedaba sino esperar de
esta película inspirada en el cine negro algo que estuviese a la altura de las
dos anteriores. Sin embargo esta historia raquítica, insípida, sobre un grupo
de gánsters que se instalan en la soleada Florida durante la Prohibición y
tratan de hacerle frente a la competencia emociona tan poco, que da igual lo
que le suceda a los personajes o cuál sea el desenlace. Peligrosamente fácil de
abandonar. No se salva ni por la fotografía de tono alto.
4. El muñeco
de nieve (The Snowman, EEUU, dir.
Tomas Alfredson)
Parecía una gran
idea: otro gran caso del detective Harry Hole con el muy digno actor Michael
Fassbender. Sin embargo no pasó de allí. Este policial sobre un asesino en
serie y el detective que eventualmente da con él está lleno de vacíos
inexplicables y datos prescindibles. Pareciese no haber sido problema de
Alfredson (El topo, 2011),
acostumbrado ya al género. Peter Straughan repite su colaboración con el
director escribiendo esta adaptación de Jo Nesbo, esta vez acompañado por
Hossein Amini (Drive, 2011) y Soren
Sveistrup, guionista para la televisión. No se explica entonces que, con un
elenco que incluye buenos actores de la talla de J.K. Simmons, una historia trepidante y
fotografiada con mucha belleza en los paisajes níveos noruegos, haya terminado
siendo otra cinta chata e incoherente.
3. Se lo
llevaron: recuerdos de una niña de Camboya (First They Killed My Father, EEUU, dir. Angelina Jolie)
Lamentándolo mucho,
se anuncia desde los primeros planos la condición novata de Jolie. Porque un
asunto como el de este drama es fuente de otras muy buenas películas, en
particular las del productor Rithy Panh. Jolie ha hecho de la experiencia
comunista camboyana un remolino de cursilerías donde la cámara sigue a los
personajes de manera arbitraria, mostrando cosas innecesarias porque edulcorar
el horror le pareció la mejor manera de contar esta historia, como si se
tratase de una telenovela. Los diálogos y primeros planos a la niña
protagonista resultan tan manidos como las campañas de las tantas ONG que de
tan buena fe ha patrocinado durante buena parte de su carrera como actriz.
2. Guardianes
(Zashchitniki, Rusia, dir. Sarik Andreasyan)
A la rusa Guardianes no es que le haga falta un
equipo más talentoso de profesionales del cine, pues ya los tiene. El problema
es su grito desesperado, soberbiamente triste de querer hacer de ella una Los vengadores (2012, Joss Whedon) rusa,
en su popularidad, sentido del humor y efectos especiales. Un grupo de seres
humanos con poderes especiales que vienen de distintos lugares de la Gran Rusia
es convocado por expertos en seguridad y defensa nacional para que se enfrente
a un súper villano. Suena a Los
Vengadores. No lo es. Solo queda sentir un poco de vergüenza por el
esfuerzo tontísimo de esta cinta obvia y ridícula por querer hacer algo “mejor”
que lo que han hecho aquellos artífices de la cinta estadounidense, en
consecuencia con la actitud resentida de que Hollywood no haya sido una idea
rusa.
1.¡Madre! (Mother!, EEUU, dir. Darren
Aronofsky)
Un escritor de
mucha fama (interpretado por Javier Bardem) se retira junto a su joven esposa
(Jennifer Lawrence) a una casa antigua en el campo en busca de la paz necesaria
para retomar la escritura. Hasta que un hombre (Ed Harris) llega a la casa y es
gratamente recibido por el anfitrión, que no por su mujer. Como si necesitase
de compañía que le adule, el escritor permite la entrada de cada vez más
miembros de la familia del recién llegado, quienes hacen y deshacen en la casa
que tanto le ha estado costando remodelar a la joven. El agobio de estar en su
lugar, desde donde se cuenta toda la historia, crece a medida que los invitados
aumentan y destrozan todo a su paso con desfachatez y maldad, puesto que a
nadie más parece incomodarle lo que está sucediendo. Hasta allí no hay problema
con el más reciente thriller psicológico del director de Cisne negro (2010). Desde aproximadamente la mitad y hasta el
final, las situaciones se extreman hasta el punto de que ya pierden todo
sentido. Lo que parecía ser un thriller psicológico sobre la invasión del mal,
termina siendo una supuesta fábula ecológica sobre el origen de los Tiempos, el
cristianismo, las guerras religiosas y totalitarias, la idea mitológica de la
Tierra como madre, el ego del artista y la desmesura del Hombre, y quién sabe
qué cantidad de cosas más, en un aquelarre caótico y desenfrenado de referencias históricas, literarias, religiosas y
ecológicas que solo dejan ver la pretensión gigantesca de Aronofsky. Un espanto
de dos horas que parecen seis, que debió haber prescindido de la palabra en el
título y llamarse únicamente ¡!, que
no vale la pena ni descifrar de qué va porque no tiene la más mínima
importancia, que logra que las grandes interpretaciones de Lawrence, Pfeiffer y
Harris sean en vano, y que no pasa de ser una tontería insufrible y panfletariamente
verde con demasiadas ínfulas.
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