#Oscars2018 Y el Oscar va...
Hollywood, como lo
conocemos, probablemente se haya acabado. Todos los que han chillado en nombre
de su minoría racial, de género, de cerebro, con sus excepciones, claro está,
han ido girando el reflector que, hasta hace muy poco, estaba alineado con los
intereses de Washington, hasta colocarlo completamente en su contra. Pareciese
ser un grave error, puesto que el cine norteamericano mainstream suele seguir, en tiempos de crisis, los parámetros
necesarios para consolidarse con la Casa Blanca como un gran bloque anti-caos,
un contenedor de locuras colectivas desatadas, una sesión de terapia para el
desahogo de tristezas y mezquindades por unos pocos billetes. Ahora, según
parece, muchos de sus miembros insisten no solo en que deje de ser esto que ha
sido, sino que debe, en cambio, propiciar las locuras, tristezas y mezquindades.
Tal vez hoy se
quejen de cómo funcionaba Hollywood antes, pero no deja de haber similitudes
entre las consecuencias de esa ideología de lo políticamente correcto ante el
cual las actrices francesas plantaron cara hace unas semanas y las producidas
por el Código Hays a principios de siglo pasado. Un ejemplo de esta conducta:
la reciente lluvia de críticas a la actriz Jennifer Lawrence por aparecer hermosa
en un vestido negro con escote de pierna y pecho rodeada de hombres con
abrigos. Increíble.
Y así es como
asistimos al comienzo del fin: con unos nominados a los premios de la Academia
que ya por costumbre dejan por fuera a cualquiera que se considere haya obrado
fuera de la ley, o haya tenido una conducta moralmente reprobable, o afines. El
cineasta Elia Kazan, delator durante el macarthysmo, fue conmemorado por la
Academia por su trayectoria como director –Meryl Streep, el refugio de las
feministas, se puso de pie para aplaudirle–. Mientras que hoy, Woody Allen, el
hombre que dirige como los dioses, es ignorado por el comité que nomina y premia
aunque haya sido absuelto de los cargos hace años. Las mujeres declaran
lamentar haber trabajado con él, pero solo desde hace unos meses para acá, y
nunca sin haber completado la película, como si la vanidad pudiese más que “la
causa”, cualquiera que esta sea.
En calidad de
“metiche”, como bien apuntó Juan Antonio González (El Ojo Mecánico), comentaré
los nominados. Reflejan un año de protesta en contra del gobierno del
presidente Trump, una diversidad forzada, no me cabe duda, y una que otra cinta
con potencial de permanencia. Este será un repaso por los nominados de las
categorías más esperadas y sus probables ganadores, en un ejercicio de especulaciones
y gustos.
Actor principal
La Academia la
tendrá complicada, posiblemente otorguen el premio a Gary Oldman (La hora más oscura), pues a lo largo de
los años han mostrado preferencia por aquellas actuaciones con transformaciones
de maquillaje. Si estuviese en mis manos, no lo dudaría: Daniel Day-Lewis (El hilo invisible), sonriéndole a su
compañera con la cabeza apoyada en la palma de la mano, no tiene par.
Actriz principal
No les creo capaces
de dárselo a Saoirse Ronan (Lady Bird)
cuando comparte la nominación con la gran madre coraje Frances McDormand (Tres anuncios a las afueras) y con
Margot Robbie (Yo, Tonya). De lo que
sí son muy capaces es de premiar a Sally Hawkins (La forma del agua), y puede bien ganarlo. McDormand me ha parecido
la mejor.
Actor de reparto
Dos actores de Tres anuncios a las afueras están
nominados en esta categoría, sin embargo, no creo que premien a ninguno de los
dos. Pensaría que la Academia irá por el elegantísimo Christopher Plummer al
rescate, como lo fue él ante el despido de Spacey en Todo el dinero del mundo. Y aunque Plummer es glorioso, me quedaría
con Willem Dafoe (The Florida Project),
la interpretación más cotidiana precisamente por la casi ausencia de conflictos
del personaje.
Actriz de reparto
Y como la Academia
tiene que premiar a alguien negro, y mejor actor no creo que lo gane Denzel
Washington, consideraría que esta es la categoría donde podrían otorgarle una
estatuilla a alguno. Podría ser la cantante y actriz Mary J. Blige (Mudbound). Aunque, la verdad, la
competencia que imponen Laurie Metcalf (Lady
Bird) y sobre todo, Allison Janney (Yo,
Tonya) como una madre despreciable e indoblegable, no se superaría. Es
Janney quien lo merece más.
Director
Podría suceder de
dos maneras: o se le otorga a Greta Gerwig (Lady
Bird) para que el gremio no chille, o se premia al mexicano Guillermo del
Toro (La forma del agua). En mis
manos, la estatuilla iría al británico Chris Nolan, por Dunkerque, o en su defecto, a P.T. Anderson (El hilo invisible).
Película extranjera
Va a ganar la
borrosa The Square, pero la rusa Sin amor no tiene comparación.
Mejor película
Antes mencionaré
las grandes ausentes en esta categoría: la maravillosa The Florida Project, superior a Lady
Bird y Get Out; y la que quizás
sea de lo mejor del año y de muchos años: lo más reciente de Lee Unkrich, Coco.
Lo de Lady Bird, aunque esté bien actuado,
escrito y dirigido, no pasa a más. Podría haber sido un gran episodio
extraordinario dentro de la serie The
Middle. Get Out, está sobrando.
Muy entretenida, eso sí. Nada más.
La hora más oscura tiene a su
favor a Oldman, y no mucho más, salvo una fotografía de tono alto muy atractiva
y atmosférica. The Post es un buen
Spielberg, mas no uno gigante.
Llámame por tu nombre y El hilo invisible son las dos historias
de amor más convencionales, la primera en su manera de ser contada, la segunda
en su aspecto. Ambas están, a mi juicio, por encima de las cuatro cintas ya
mencionadas. En estos tiempos lo convencional es importante.
Creería que el
ganador está entre Dunkerque, Tres anuncios a las afueras y La forma del agua. La primera sería mi
elección, aunque muchos critiquen que no “tiene alma”, esta cinta es un despliegue
muy importante de épica cinematográfica como ya no se suele hacer. Tres anuncios tiene un gran guión,
quizás el mejor de todos los nominados. Es una gran contendiente. El que ganase
La forma del agua, resolución
absolutamente posible, e incluso probable, serviría para coronar el año de
ñoñería que ha tenido la industria hollywoodense con sus panfletos huecos y
pueriles.
Tal vez a esta
altura el año que viene se haya disuelto el aparato productor, puesto que ya se
alcanzan límites en los que ser blanco y heterosexual significa,
automáticamente, ser homófobo, racista y machista. Tal vez el año que viene la
estatuilla tenga figura de chica, curvy,
la Oscara, y se le entregará a todos como un cotillón. Mientras, los hombres y
mujeres sensatos estarán haciendo cine.
Comentarios
Publicar un comentario