Lean on Pete
El quinceañero Charley (Charlie
Plummer) vive con su padre, un hombre cuya situación laboral es inestable. Su
madre ha muerto y se nota que su padre ha pasado por varias parejas que no han
durado. Es la ciudad norteamericana de Portland, Oregón, y la precariedad
económica de esta familia se funde con los paisajes opacos golpeados por la
crisis.
Charley corre. Lo hace todos los
días. En el cine los niños o jóvenes que corren tienen una significación: como
Iván, el hermano menor en El regreso de
Zvyagintsev, o incluso Antoine en Los
cuatrocientos golpes, Charley parece correr para alejarse de algo, de una
manera de vivir que siente no le corresponde, aunque tal vez, corra hacia algo que no sabe bien qué es, una
idea de paz y tranquilidad que está convencido existe, aunque no la haya vivido
nunca.
El drama británico Lean on Pete (Andrew Haigh, 2017) puede
verse también como una road movie enmarcada
en la sequedad del oeste norteamericano. Solo que Charley va camino al este en
un peregrinar de determinación sólida, como si no pudiese ser de otra manera.
Un western crepuscular a la inversa. Charley conoce a Del (Steve Buscemi), un
entrenador de caballos de carrera, con quien aprende los principios del oficio
y empieza a viajar a pueblos cercanos para los eventos.
Lean on Pete es mucho más que un
caballo cuarto de milla. La cinta se trata y no de este al mismo tiempo: es
detonante de las acciones de Charley en este viaje y a la vez, al finalizar la
película, pareciese que el joven haría el recorrido tarde o temprano, de manera
inevitable. Lean on Pete no significa el viaje en sí, sino una manera de viajar
que lleve a algún sitio. Como los caballos que ayuda a entrenar, Charley corre
hacia ningún lado, corre por correr. Hasta que conoce a Lean on Pete.
Haigh (45 años) sortea con habilidad el hacer de esta cinta solo una trama
de amistad entre hombre y animal, pues el hecho es que no estamos ante una
película ni de carreras de caballos, o siquiera de caballos. El viaje de
Charley es uno violento a la adultez, y al aprendizaje que llega gracias a la
compasión, la fortaleza y, sobre todo, la compañía correcta. Lo maravilloso de Lean on Pete descansa en el guion y
dirección de Haigh tanto como en Plummer, quien en el brevísimo instante de un
plano a otro abandona la niñez con solo un gesto. Todo sin caer jamás en sentimentalismos,
porque con algo de suerte, ya no será necesario seguir corriendo.
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