Rashomon
En un episodio de Los
Simpsons Homero y Marge viajan en un avión de Air Japan. Marge le dice a
Homero que ir a Japón será divertido, que a él le gustó Rashomon, a lo que Homero responde que no es así como él lo
recuerda.
Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) cuenta la historia de seis personajes en
tres tiempos mediante analepsis. En un pasado lejano del Japón medieval, en un bosque, ocurre un
crimen que involucra a tres personajes: el bandido Tajomaru, un samurái y su
mujer. En el pasado inmediato estos tres personajes testifican acerca de la
muerte del samurái (este lo hará a través de una médium) y se les sumará el
leñador, quien confiesa haber sido testigo del crimen. En el presente se
encuentran en la puerta, Rashomon, resguardados de la lluvia torrencial un
monje, un vagabundo y el leñador, quienes tratan de hacer encajar los
testimonios para intentar resolver el crimen, puesto que todos los involucrados
dicen ser el asesino. La naturaleza como corifeo identifica los tiempos de la
historia. Las escenas en el bosque son soleadas y cálidas mientras que en la
puerta no para de llover. Cuando culmina la película no se tiene claro casi
nada acerca de lo que sucedió en el bosque. Pero sucede algo más. Hay un bebé
abandonado en el suelo de la puerta. El vagabundo roba sus cobijas y se va. El
monje, en crisis, insta al leñador a darle respuestas que puedan hacer dejar de
tambalear su creencia en la bondad del ser humano, sobre todo tras haber sido
testigo del robo por parte del vagabundo. El leñador entonces le dirá que él lo
llevará consigo y lo criará, aunque tenga seis hijos más y a duras penas le
alcance para alimentarlos.
Egoísmo
Mucho se ha escrito sobre Rashomon
y el efecto psicológico del mismo nombre. A primera vista se trata de la
subjetividad para conformar la realidad, de las etapas para llegar a la verdad,
de si existe realmente una sola versión de un hecho. Sin embargo Kurosawa y con
él muchos profesores y entendidos de la filosofía y el cine han negado que el
tema de la película sea ese. Kurosawa dirá que no se trata de la posibilidad de
saber cuál es la verdad, sino de que a nadie le interesa siquiera si se puede llegar a conocer. “Los seres humanos no son capaces de ser honestos con
ellos mismos acerca de ellos mismos. No pueden hablar de sí mismos sin
engrandecerse. Este guion retrata a esos seres humanos –aquellos que no pueden
sobrevivir sin mentiras para hacerse sentir que son mejores personas de lo que
son en realidad–. El egoísmo es un pecado que el ser humano lleva con él desde
que nace; es el más difícil de redimir”, cuenta Kurosawa sobre esta película en
Something like an autobiography (Ed.
Vintage).
La postura moral del vagabundo parece muy cercana a nosotros.
Creyendo que la humanidad es egoísta sin que haya posibilidad de que sea de
otra manera, sabe que no tiene la libertad de escoger la naturaleza de sus
decisiones. Y si es así, no hay nada que hacer al respecto. Admite que obrará
como le plazca; la intención no hará la diferencia porque todos somos egoístas,
y lo único que queda en una situación como esa es intensificar ese egoísmo
hasta la soberbia, dañando al otro antes de que ocurra al revés. El monje sí se
encuentra ante un conflicto porque él cree en la bondad humana, sin embargo al
no verle solución al crimen porque no hay implicado que parezca estar diciendo
la verdad, empieza a cuestionarse si puede siquiera pensar en que el ser humano
no obra también a favor de los demás. Los asuntos morales contenidos en esta
película han sido ahondados en muchas oportunidades, y varias interpretaciones
coinciden en que es el leñador quien resuelve la postura moral final, la
sanción del director. Como el leñador se sabe capaz del bien y del mal y en ese
momento decide hacer el bien, hay aún esperanza para la humanidad. Se han
cometido errores, se ha hecho el mal –Japón acababa de salir de la Segunda
Guerra Mundial– sin embargo la capacidad de tomar la decisión moralmente
correcta, es razón suficiente como para que la fe en la humanidad no se pierda
o ignore.
Cuando el profesor de Introducción a la Filosofía David Makinster
habla sobre Rashomon lo hace sobre
asumir la responsabilidad por las decisiones que hemos tomado sin permitir que
el egoísmo las arrastre. El monje y el vagabundo son espejo el uno del otro, y el leñador es quien en ese momento
aciago tomará la decisión de hacer el bien, no porque se crea un santo, no
porque crea que ahora no hará el mal jamás, sino porque sabe que es libre. Es
cuando el monje le dirá que ha restaurado su fe en la humanidad, y el leñador
saldrá de la puerta, bebé en brazos, hacia el sol de un nuevo día.
Persiste sin embargo la mirada occidental sobre el conflicto en Rashomon. Cuando Homero le responde a
Marge sobre su gusto por la película se revela de alguna manera el
asunto de esta como si fuese el del llamado
efecto Rashomon, aquel en el que las verdades subjetivas velan la realidad, o en todo
caso construyen una que puede o no ser absoluta. Cada quien la recuerda como le conviene. Kurosawa
no está interesado en ese planteamiento. Su asunto, como en Trono de sangre (Kurosawa, 1957) es el
egoísmo empañando nuestros discursos y sus consecuencias. Quizás si alguien se
le acercase a Kurosawa y le dijese que vio la subjetividad de la verdad en Rashomon, el maestro se reiría y diría
que no es así como él lo recuerda.
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