No tan intensamente
Entender que las emociones se
complementan y que un niño no tiene por qué ser feliz todo el tiempo no debería
ser muy difícil para un adulto. Los niños no tienen por qué entender los
procesos complejísimos de la neurociencia. Con islas de conceptos, salas de
control, y peloticas de colores Inside
out (2015, Pete Docter; Ronaldo del Carmen) hace imagen estos procesos
reduciendo a una representación de lo elemental al descubierto, así, el niño
tendrá una lejana idea de cómo se da aquella complejidad.
Riley (Kaitlyn Dias) es una niña
alegre que está por llegar a la pubertad. Juega al hockey, se lleva bien con
sus padres y sus amigas, sin embargo por una mudanza desde Minesota a San
Francisco todo cambiará. Se tornará a veces taciturna, otras hostil. Y es que
entramos en su cabeza a ver cómo funciona: islas que representan a la familia,
la amistad, el humor, sus gustos y deseos; laberintos interminables de
recuerdos hechos esferas coloradas; el tren del pensamiento (literalmente un
tren); el bosque oscuro del inconsciente ligado a los estudios de cine que
representan los sueños, y una sala de mando con las emociones que rigen a Riley
hechas personajes. Alegría (Amy Poehler), Tristeza, Enojo, Desagrado y Miedo
hacen su trabajo haciendo reaccionar a Riley de acuerdo a la situación. Cuando
Riley está por llegar a la pubertad y empiezan los cambios Tristeza y Alegría
se pierden en la cabeza de la niña e intentarán volver a la sala de mando para
ponerla bajo control. Mientras Riley sufre un sinfín de conflictos consigo, sus
padres y amigos.
La mayoría de las notas acerca de
esta película la señalan como una obra comparable con tratados psicológicos tan
importantes como los de Sigmund Freud y con obras fundacionales como la Odisea. Si bien se trata de una buena
película, es descabellado elevar Inside
out a la categoría de los estudios de Roger Penrose o al fundamento de la
cultura grecolatina. Su comparación con Inception
(2010) de Nolan es comprensible: ambas representan gráficamente el
inconsciente y, lejos de lo que pueda parecer, Inception no se trata de una película compleja, solo está contada
de esa forma. En Inside out, si hay
algo complejo, es el asunto científico que sustenta la trama de manera extra
cinematográfica.
Parecería suceder entonces que
Docter (director de Up!) y compañía
han llevado a cabo una buena película que los niños podrían llegar a entender
en su totalidad –dudaría que un niño entienda la escena del pensamiento
abstracto– y que un adulto, el que los acompaña al cine, con suerte comprende.
El asunto está en que ese adulto, al no tener referentes de la neurociencia o
la psicología, crea que Inside out e Inception sean suficientes para
convertirlos en un referente que ocupe el lugar de los estudios de Oliver Sacks.
En la sala, en la fila frente a mí, una familia de cinco veía la película. El
padre reía de lo mismo que reían los niños: Alegría y Tristeza chocando contra
la ventana de la sala de control al final de la película y resbalando
lentamente con sus rostros aplastados contra ella, por ejemplo. Intensa mente es una película para un
público infantil, se tengan ocho o cuarenta y siete años.
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