La importancia de llamarse Jay
El
compromiso o la convicción de mantener una promesa es uno de los fundamentos
del western. El aventurero procura
proteger a una mujer en peligro, un pueblo o vengar una muerte. En Slow west (2015, John Macleane) un
muchacho escocés de dieciséis años, Jay (Kodi Smit-McPhee) sale a buscar a su
amada Rose (Caren Pistorius), quien tuvo que huir con su padre de Escocia y a
quien no ha vuelto a ver. En el camino al oeste se encontrará con el solitario
Silas (Michael Fassbender, eastwoodizado)
a quien le pedirá protección luego de sortear con su ayuda a unos asesinos. El
asunto se complica cuando por Rose y su padre se ofrece una jugosa recompensa
de la que Jay no tiene idea.
La
película inicia (con mucha elocuencia) con Jay mirando las estrellas. De
entrada sabemos que Jay no es cualquier vaquero, aunque lleve sombrero y botas.
Su encuentro con unos cuantos “hijos de perra” servirá para hacer el contraste:
Jay tiene apellido y se presenta como hijo
de, como si de un personaje mitológico se tratase. Y así es. Jay puede ser
desde Ulises (sin su astucia) hasta Dante, el gran enamorado. Hay un descenso
desde las estrellas a la tierra árida del Oeste. El jovencito es un caballero
culto de buenos modales y elocuencia nada desdeñable para su corta edad, y sus
obstáculos son hombres brutos, mercenarios, burdos, simiescos, asesinos, tabernarios,
e incluso los que parecen ser amables están por debajo de su categoría. Y no es
que sea un lord inglés, es solo que su nobleza lo aleja radicalmente de la
naturaleza de los hombres del camino.
Es
Silas quien reconoce en Jay lo que Virgilio en Dante: Jay ama, y Silas, a la vez noble y cruel, lo ha visto y quiere
ayudarlo. En ningún momento Jay deja de hacer nada que no sea por Rose; su amor
es trágico como el de los héroes. La protección que Jay quiere brindarle a Rose
en su encuentro coincidirá con violencia como la del Grupo salvaje de Peckinpah a pleno sol. El ritmo es como lo indica
el título, un slow que se precipita
en un desenlace veloz como los de Sergio Leone, luego de haber extendido el
tiempo creando tensión, como sucede en las escenas finales. La fotografía abre
los planos dejando al descubierto tanto los horizontes como a los bandidos. No
está exenta de un humor muy al estilo de los hermanos Coen, ni del acompañamiento
de la música diegética (esta es la especialidad del director: es músico). La
canción que Jay se detiene a escuchar contiene una frase que bien pudiese
describir el asunto de Slow west: “el
amor es universal, como la muerte”.
Y la
muerte en este Oeste solo puede ser digna para aquel cuyo amor la sobrepase. Un
detalle como el de la sal derramada hacia los minutos finales no puede dejar de
verse como una suerte de ironía maravillosamente poética, y para entonces ya
hemos visto suficiente para convencernos de seguir a Maclean en producciones
futuras. Slow west es fantástica, de
lo mejor del año.
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