Las 10 mejores películas de 2016. Recomendaciones
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Nuestra hermana pequeña, dir. Hirokazu Koreeda |
10. Sully (EEUU) Dir. Clint Eastwood
El 15 de enero de 2009 el vuelo 1549 de US Airways partió del aeropuerto LaGuardia en Nueva York y tuvo que acuatizar en el río Hudson. Se le conoce como el acuatizaje más exitoso de la historia aeronáutica, y Clint Eastwood hace su puesta en escena con justo lo necesario: nada de parafernalias de efectos especiales rimbombantes o despliegues de dramas innecesariamente desgarradores. Precisa, limpia, directa, Sully tiene un objetivo claro y lo alcanza: dejar ver lo que la sociedad norteamericana actual, políticamente correcta, infantilizada, cegada por los procesos técnicos le hace a sus propios héroes. La cinta alterna los diferentes tiempos de los sucesos para contarse (los momentos anteriores al vuelo, los inmediatamente posteriores, el acuatizaje y la investigación que le seguiría) y no gasta tiempo en otra cosa que no sea llegar a su sentencia. Eastwood celebra la hazaña real del piloto Chelsey Sullenberger (interpretado por Tom Hanks) en este drama muy puntual sobre un hombre cuyo temple y experiencia le permitieron salvar la vida de todos los pasajeros a bordo.
9. Fuego
en el mar (Fuocoammare,
Italia-Francia) Dir. Gianfranco Rosi
La crisis migratoria en Lampedusa, Italia, se contrasta con la cotidianidad de los habitantes de sus costas, la mayoría pescadores, en este documental de tono neorrealista. En particular la vida de un niño llamado Samuele, quien pertenece a una familia de pescadores. Este día a día tiene su vínculo con la crisis de refugiados en el médico que le corrige la vista al niño, pues es el mismo que hace autopsias a los desafortunados que mueren en el mar. Sin el recurso de un narrador en off, con planos estáticos y sonido ambiente, Fuego en el mar tiene la capacidad de mantenerse al margen de los juicios posibles ante esta realidad, y además, no incita al espectador a que tome acciones. Su mirada calma y acuciosa deja ver los detalles y probablemente constituye una fuente de información mucho más completa y compleja que la que podría proporcionar el mejor de los reportajes sobre esta crisis. Balanceándose entre los migrantes y los locales, esta película combina la normalidad con lo extraordinario, los días de las familias y pescadores con las muertes, como si estas fuesen para aquellos una nueva normalidad. La fotografía tiene algo de poética: los paisajes de las costas y el mar pudiesen verse como reflejos en los rostros de los personajes.
8. Comanchería
(Hell or high water, EEUU) Dir. David
Mackenzie
Este western policial transcurre en Texas, hogar de una mayoría republicana y conservadora de estadounidenses que siguen viviendo en condiciones de crisis tras la burbuja inmobiliaria y los esfuerzos inútiles por trabajar de sol a sol para tratar de obtener el sueño americano. Los hermanos Tanner y Toby (Ben Foster y Chris Pine, respectivamente) recorren las sedes del mismo banco en pueblos fantasmas del estado para robarlas, pero con un método muy específico: solo billetes pequeños y que no puedan ser rastreados a través de sus seriales. Tienen un plan, sin duda, y es salvar un rancho familiar para que su familia tenga dónde vivir. Se irá descubriendo poco a poco el ardid que trabajan, gracias a las investigaciones del casi retirado ranger Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y su compañero, un ranger comanche. En la escena primera la empleada a la que amenazan los dos jóvenes para poder entrar a la sede les dice con ese fuerte acento sureño que se vayan mientras puedan, pues “hasta ahora solo son culpables de ser estúpidos”, a lo que Tanner, el hermano violento, responde como alguna vez lo hizo Donald Trump, una respuesta de niño, inarticulada, inmadura e incapaz: “tú eres estúpida”. En Comanchería seguimos la pista de estos bandidos como en el cine negro, y al mismo tiempo se cumple una de las reglas de oro del western según la cual aquellos que son violentos son los que encuentran la muerte. Con algo de humor se exponen asuntos políticos y económicos de la historia contemporánea norteamericana. Su gran asunto parece ser la justicia, y es de las mejores películas sobre el tema en años.
7. La
tierra y la sombra (Colombia) Dir. César Acevedo
En una atmósfera rulfiana, Alfonso (Haimer Leal) regresa después de muchos años a casa, en el Valle del Cauca. Quien fuese su mujer cuida de su hijo, enfermo por respirar las cañas chamuscadas en las quemas que provocan en los campos donde trabajaba. Su nieto y nuera viven con él en esa casa donde lo mantienen encerrado en una penumbra perenne, con la idea de que abrir las ventanas emporará su condición ya bastante crítica. Este campesino ha vuelto a una casa y una familia que le parecen ajenas, y pronto se dará cuenta de que tal vez no es el único que debió haber abandonado esa sombra hace tantos años. Iluminada en claroscuro y rebosante de una tensa calma, La tierra y la sombra es cine rural casi onírico, cuidadísimo en su estilo, donde se hace real que el carácter sea destino, no solo el propio sino también el de los descendientes.
6. El
valle de los carneros (Hrútar, Islandia)
Dir. Grímur Hákonarson
Un par de hermanos vecinos en un pueblo ovejero islandés lleva cuarenta años sin hablarse tras haberse peleado. Una competencia que decidirá quién de los criadores tiene al mejor carnero termina siendo el escenario para que se descubra que los animales del valle puedan tener una enfermedad cuyo único remedio es sacrificarlos a todos. Ambos hermanos deben entonces unir fuerzas para salvar algunos de sus carneros, pues son de un linaje ancestral que no están dispuestos a ver desaparecer. Pero las rencillas y los rencores de casi medio siglo de silencio entre ellos los obligará a tomar decisiones difíciles y a seguir cometiendo errores. La tragedia se anuncia desde el inicio de este drama donde el animal y el hombre no pueden ser desvinculados de lo mitológico, donde los paisajes se convierten en personaje y donde la dualidad del animal es metáfora de la de los hermanos y la propia sociedad islandesa rural enfrentada a la modernidad tecnológica.
5. ¡Salve,
César! (Hail, Ceasar!, EEUU) Dir.
Joel & Ethan Coen
La fe como asunto no es ajena a la filmografía de los Coen: luego de Un hombre serio, retoman hablar de ella en ¡Salve, César!, una comedia screwball que vincula el cristianismo con el Hollywood de los años cincuenta representando en Eddie Mannix (Josh Brolin), el productor de uno de los estudios de cine más famosos de la época, a Jesucristo, quien como el hijo de Dios sufre los pecados de los hombres. A su alrededor todo es un problema por resolver, legal o ilegalmente. Cuando Baird Whitlock (George Clooney), uno de los actores estelares del estudio, desaparece en pleno rodaje de la gran nueva película épica “Salve, César”, pronto se irá descubriendo que se trata de un secuestro perpetrado por un grupo que se hace llamar El Futuro (son comunistas), y este incidente abre paso a las vidas del resto de las personalidades que recorren el estudio: actores, directores, guionistas, editores, periodistas se entrecruzan con conflictos propios y comunes que esperan, por el bien de todos, que Mannix pueda apaciguar. ¡Salve, César! está repleta de escenas hilarantes y de referencias al cine clásico de Hollywood, en tono a la vez de parodia y de homenaje. Una prueba de que se le tiene fe al viejo Hollywood.
4. El
extraño (Goksung, Corea del Sur)
Dir. Hong-jin Na
El brote de una enfermedad extraña comienza a esparcirse en un pueblo pequeño montañoso en Corea. Jong-Goo (Do Won Kwak), un oficial de la policía local, tendrá que enfrentarse a los incidentes relacionados con el caso, pues al parecer, están de alguna manera vinculados con un extraño hombre japonés que recién se estableció en las montañas cercanas. A medida que la policía se hace torpemente con pistas al respecto, crece la sospecha de que están lidiando con algo demoníaco. El extraño cuenta con maestría narrativa la historia del Mal tomando una aldea, alternando entre escenas para contar un solo instante de cómo la maldición se va expandiendo. Desconcertante, perturbadora, esta cinta de horror resulta tan inquietante por su puesta en escena realista, incluso en escenas fantásticas el tratamiento naturalista contiene la ilusión. Destaca la interpretación de Woo-hee Chun como la Mujer Sin Nombre, una suerte de sombra blanca silenciosa que resulta uno de los personajes más escalofriantes de la cinta. Su atmósfera incierta, sobrenatural, diabólica, de imaginería religiosa y chamanismo la hacen estremecedora.
3. Las
montañas deben partir (Shan he gu ren,
China) Dir. Zhangke Jia
Contada en tres tiempos, tres formatos cinematográficos, tres personajes y tres ciudades, el gran drama total Las montañas deben partir cuenta la historia de la China contemporánea desde que decidió abandonar una parte del espanto comunista –la protagonista bailando Go West de los Pet Shop Boys inicia la película– hasta la entrega más salvaje al capitalismo –el hijo de la principal se llamará Dólar–. En el primer tiempo Tao (Zhao Tao) se debate de manera casi melodramática entre dos pretendientes; en el segundo ya ha escogido a uno y todos han hecho familias por sus lados. El tercero se da en 2024, ya cuando Dólar es un hombre joven. Al formato 4:3 (casi cuadrado) del primer tiempo, le siguen ensanchamientos hasta alcanzar el panorámico anamórfico, reflejo el primero de la estrechez del mundo de Tao y de la propia China, y los siguientes de la ampliación de horizontes para ambos. La joya de la película es una escena final hermosísima, donde Tao conjuga las tres etapas de su vida en la melancolía pacífica de saber que aquello que parecía inamovible también se convertirá en polvo.
y
El porvenir (L’avenir,
Francia-Alemania) Dir. Mia Hansen-Løve
En este drama sutil, calmo y woodyallenesco, Nathalie (Isabelle Huppert) es profesora de filosofía en París. En medio de una huelga a la entrada del instituto sale a buscar a los estudiantes que desean ver clase, y ella impartirla. En un intercambio de palabras, una de las estudiantes le responde a una compañera que su lucha es ridícula. Esta línea tal vez sea la que podría contener el asunto de la película. Una mujer acomodada, culta, saludable, tiene una familia agradable y educada, su marido es también profesor, sus hijos ya andan por su cuenta y su madre está senil. Lo que sucede es la vida, como en Las montañas deben partir: pasan los años, las cosas cambian, algunas relaciones se desmoronan, otras se fortalecen, aparecen unas nuevas. Nathalie, en sus cuarenta, fue comunista en su juventud (“como todos los intelectuales de la época”, dice) y encuentra en un alumno destacado las ganas que alguna vez sintió de hacer la revolución. Y reacciona: “todo lo que quiero es enseñar a los jóvenes a pensar por sí mismos”. La vida intelectual parisina, las ideas de neón, las huelgas. Y una mujer que pasea entre sus calamidades con mesura casi impasible y una cierta paz que parece encontrar con que el tiempo no se detiene. Tras haber encontrado la libertad, Nathalie sabe que es ridículo seguir creyendo que se lucha por otra cosa que no sea conservarla.
2. Francofonía
(Francofonia, Rusia) Dir. Aleksandr
Sokurov
El crítico Steven Rea, de The Inquirer, da en el blanco al decir de esta película que “es una brillante meditación sobre arte, guerra –y lo que le sucede al arte cuando las naciones van a la guerra”. Después de haber recorrido el Smithsonian en la magistral El arca rusa, Sokurov se adentra en el Louvre para examinar cómo se llevó a cabo un museo de tal peso histórico, simbólico, cultural, y de cómo sus colecciones sobrevivieron la Segunda Guerra Mundial. “¿Quería sería el mundo sin museos?” se pregunta el director para abrir la puerta a uno de los tránsitos más enriquecedores por los pasillos y galerías de uno de los símbolos de la cultura occidental. Y es que el Mal siempre va a querer hacerse con la belleza, poseerla o destruirla. Con Francofonia encontramos que ese mal puede resistirse. Este “cuasi-documental” mezcla material de archivo, recreaciones dramáticas, y exhibe su arquitectura, el cielo y los edificios de París, pasado y presente. La belleza que le hace frente al tiempo. Umberto Eco aclara que el sentimiento de lo bello no está nunca ligado al deseo, porque lo bello lo es en sí mismo. Un ruso como Sokurov, igualmente cercano a la belleza dostoievskiana y al horror soviético, hace suya una sentencia como la de Eco a través de esta película.
1. Nuestra
hermana pequeña (Umimachi Diary,
Japón) Dir. Hirokazu Koreeda
La película inicia con el funeral del padre. Las tres hermanas (Haruka Ayase, Masami Nagasawa y Kaho) asisten y conocen a su media hermana (Suzu Hirose), hija de la otra mujer del padre, a quien invitan a vivir con ellas en la casa enorme familiar. La madre, resentida con el padre y la media hermana, no vive en la casa. Cómo es la convivencia entre las chicas, quién asume el rol materno, cómo lidian con la chica cuya madre contribuyó al quiebre del matrimonio de sus padres. Cómo son las tradiciones, y la comida como ceremonia, como lugar de acercamiento. Las escenas son calmas y la cámara observa sin obstaculizar ni intervenir. No hay lugar para grandes dramas ni tragedias, en los que los personajes se gritan y lloran y tiran las puertas. Tampoco hay contención. Solo una suerte de transcurso estable de las emociones, sin que esto signifique que su intensidad sea poca. El verano transcurre con tranquilidad y luz blanca, entre los cerezos, la montaña y la costa. Koreeda es un optimista con gran sentido de aquello tradicional que debe mantenerse porque es la identidad de un país, y de aquello que es preferible dejar atrás. De cómo Japón debería empezar a construirse desde la toma de buenas decisiones, aquellas que mantengan a la familia unida cuando esta lo valga. Nuestra hermana pequeña es un drama hermoso, divertido, delicado y muy necesario sobre el amor y el respeto a los seres queridos y a los alimentos, al parecer, ambos equivalentes para Koreeda. Un deleite.
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