A favor de Clint Eastwood
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Imagen: Vanity Fair |
Los géneros cinematográficos cambian. Con respecto a sí mismos y cuando se combinan
con otros. Desde un estado primitivo en el que no se
han ajustado por completo los elementos que los harán enteramente reconocibles,
hasta que las reglas comienzan a modificarse de uno o dos elementos a la vez.
Ya el malo no es tan malo, o el bueno tan bueno. Aparece lo ambiguo y cambian
las sanciones. Y cuando se quiere observar cómo
se comportan en presencia de otros o transformarse uno en otro, podría decirse que comenzamos en realidad a transitar caminos sinuosos.
Jersey boys (2014, Clint Eastwood), una de las ocho que ofrece el Festival de cine independiente USA 2014,
es una película biográfica basada en el exitoso musical de
Broadway de mismo nombre. Con algo de cine gánster. Leo muchas notas acerca de
esta película en las que se afirma consecuentemente que Eastwood no era el
director para esta historia, que las canciones no soportan los llamados puntos
de no retorno, que el estilo relajado de Clint sustrajo lo musical del musical,
y que así no se puede. Eastwood, ese “elefante en la habitación”, como lo llaman en el
portal del crítico Roger Ebert, no hizo, en efecto, un musical. ¿Qué
sucede cuando de un musical de Broadway se hace un drama biográfico? Los
espectadores, o al menos los que he leído, se han decepcionado del desacelerado
ritmo de la película, de que la música no haya tenido más peso para el empuje
de la trama, que el rompimiento de la cuarta pared en teatro cree afinidad y
cercanía con los personajes y en cine no tanto, en fin, pareciese que se
señalase algo muy obvio: la película no es el musical de Broadway y Clint no
dirige musicales ni nada que se les parezca. Algunos se preguntan qué habría
hecho el oriundo de Nueva Jersey Brian de Palma con el trabajo, otros Adam
Shankman (Hairspray, Rock of ages, Step up 3D). Lo cierto es que Clint Eastwood dirigió un drama. Y es
una muy buena película.
Clint, Clint baby
Jersey boys cuenta la historia del famoso cuarteto Frank Valli and The Four Seasons
que alcanzó la fama en los años sesenta con éxitos como Sherry, Walk like a man, Big girls don’t cry y Can’t take my eyes off you. La historia
comienza en Nueva Jersey, donde Tommy DeVito (un inmejorable Vincent Piazza) no
es ajeno a meterse en problemas con la ley y entre asuntos de la mafia.
Apadrinado por Gyp DeCarlo (Christopher Walken), Tommy entra y sale de la
prisión como si fuese su casa, a ratos condenado justamente, a ratos tomando la
culpa por algún amigo. Redes, códigos de honor, cuidarse las espaldas unos a
otros, el “veré qué puedo hacer”, “me debes una” y “yo me encargo” conforman
las relaciones entre los personajes. Estas sí que determinan el avance de la
trama. Producto de la ayuda de Tommy hacia Frankie Valli (John Lloyd Young, el
actor de la obra en Broadway) comienza a andar la historia del auge y caída de
los Four Seasons, culminando con su reunión treinta años después en el Salón de
la Fama del rock n’ roll. Solo Clint
Eastwood habría puesto a uno de los personajes a ver la serie de televisión Cuero crudo (1959-1965) protagonizada
por él mismo o incluso El gran carnaval
(1951, Billy Wilder) con Kirk Douglas. Como si quisiera que su Jersey boys —el posesivo es determinante— arroje
luz sobre otros aspectos de la trama, llevando a sus protagonistas cerca de lo
que él considera lo verdaderamente trascendente, lo que no quiere decir que
desdeñe la música. Los números son atractivos y divertidos sin dejar de ser un gran drama. ¿Que proviene de un
musical y se cree que el género debe determinar la adaptación? ¿Que se pudo
haber hecho algo más parecido al espectáculo de Broadway? ¿Que si el director
hubiese sido Jon Fravreau (Iron Man,
2008), como originalmente se quiso para Jersey
boys, habría resultado una película más abierta, no tan consciente de los
límites del género? No importa. Eastwood es un autor e hizo la película que
quiso con una buena historia ajena. En los créditos finales deja ver que esta
viene de un musical, y es todo lo que hace falta incorporar de ese género para
salir de la sala bailando, riendo e intentando vergonzosamente imitar el falsete de Frankie Valli.
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