¡Salve, César!
Adorar imágenes es parte de
algunos rituales religiosos. Y aunque no sea la misma manera de adoración, es
también el trabajo de aquellos que hacen y ven cine.
La comedia screwball ¡Salve, César! (2016, Joel e Ethan Coen) comienza con la
imagen de Cristo. El productor de un estudio hollywoodense, Eddie Mannix
(nombre real de quien fue productor para la Metro Goldwyn Mayer, interpretado
por Josh Brolin) siente culpa todo el tiempo y se confiesa más de una vez al
día, cuando las labores del estudio se lo permiten. Es quien se encarga de
mantener al estudio y sus estrellas “limpios” frente a la prensa y el público,
los saca de toda clase de aprietos legal o ilegalmente. Su historia abre paso a
las historias de todas las personalidades del estudio, interpretados por un
elenco que debió llevarse buena parte del presupuesto en sueldos: Baird
Whitlock (George Clooney) es un actor de mucha fama que protagoniza “¡Salve,
César!”, una épica histórica romana al estilo Ben Hur; Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), un actor de westerns con muchas habilidades físicas
y ninguna para el habla; el distinguido director de dramas románticos Laurence Laurentz
(Ralph Fiennes); DeeAnna Moran (Scarlett Johansson), una versión de Esther
Williams; Burt Gurney (Channing Tatum), una versión de Gene Kelly quien trabaja
en un musical similar a On the town; Thora
y Thessaly Thacker (Tilda Swinton), hermanas gemelas columnistas de chismes del
espectáculo; Joseph Silverman (Jonah Hill), un abogado que ayuda a Mannix a
hacer su trabajo, y C.C. Calhoun (Frances McDormand), una de las editoras del
estudio.
Los enredos comienzan cuando
Baird es secuestrado durante una pausa en el rodaje. Los secuestradores se
hacen llamar El Futuro: son comunistas. No será el único asunto que tendrá que
resolver Mannix, sin embargo es el que echa a andar la historia. Mientras trata
de atender a todos aquellos en problemas, Mannix hará breves visitas a verse
con Dios y el diablo, en el confesionario y en un restaurante respectivamente.
Vincular la creencia cristiana con
Hollywood no parece haber sido difícil para los Coen, quienes crecieron en los
cincuenta, justo los años en los que está ambientada ¡Salve, César!, y una de las tantas épocas doradas del cine clásico
de Hollywood. Richard Brody en el New
Yorker explica cómo el estudio imaginado por los Coen se equipara con la
simbología cristiana: tiene su dios padre en Nick Schenck (cuya presencia
divina está “por filmarse”), quien es el jefe del estudio y de Mannix. Y tiene
su Jesucristo en el propio Mannix, quien como el hijo de Dios sufre los pecados
de los hombres. Es por eso que Mannix resolverá como lo hace con respecto a los
comunistas, quienes niegan a Dios. Al resumir, volvemos a uno de los grandes
temas en la filmografía de los Coen: la fe.
De la mano de Ralph Fiennes y Alden Ehrenreich obtenemos una de las escenas
más hilarantes de la película, aunque sin duda sobrepasada por aquella en la
que Mannix conversa con un sacerdote católico, un sacerdote griego ortodoxo, un
rabino y un ministro protestante acerca de cómo ven presentada la historia de
Dios en la película que protagoniza Baird. Paródica y laudatoria, ¡Salve, César! es la prueba de que aún
se tiene fe en el viejo Hollywood. Adorémoslo entonces.
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