Las montañas deben partir



El tres es el número de unión y armonía. Tres son los tiempos y tres los niveles de la vida humana, material, racional y espiritual. La película china Las montañas deben partir (Jia Zhangke, 2015) está contada en tres tiempos, a través de tres personajes y su paso por tres ciudades y tres maneras de vivir que se muestran en tres formatos cinematográficos.



Cambios

La canción Go West de la banda Pet Shop Boys abre y cierra la película para un efecto circular perfecto que complementa la narración triangular. Nada es casual en Las montañas deben partir: la versión de esta canción se acompaña de un video musical en el cual soldados adornados con estrellas y banderas rojas marchan hacia una Estatua de la Libertad, el camino señalado por el brazo extendido de Lenin en un relieve de piedra, hacia el Oeste (“la vida es pacífica allá”, reza la canción). Y es que esta cinta, suerte de epopeya en tres tiempos, sitúa el primero en Año Nuevo 2000, justo cuando la China se abría al modo de producción capitalista. Nos presenta a Tao (interpretada por Zhao Tao, estupenda) una chica risueña y dulce que se acompaña de Jinsheng y Liangzi, dos amigos y pretendientes. Cómo se resuelve este triángulo amoroso es la primera de las anécdotas, con ambos chicos representados a manera melodramática: uno es un empresario que se ha hecho de muchísimo dinero y el otro un obrero de minas pobre. Sin embargo su melodrama llega hasta allí: Jia Zhangke se distancia para observar sin estruendos, como suele ser costumbre en este tipo de cine oriental. Contada en formato 4:3 –casi cuadrado– en alusión no solo a que ese era el formato de video popular en la época, sino a mucho más: la estrechez del formato refleja la estrechez del mundo de Tao, nuestra protagonista, además de hacer contraste con el fundamento triangular de la película, puesto que el cuadrado es símbolo de la feminidad y los elementos.



El segundo tiempo trascurre en 2014, cuando los personajes ya han hecho familias por sus lados, dos de ellos se han mudado y solo dos de ellos vuelven al terreno junto al río donde en el primer tiempo se divertían sin mayores preocupaciones. Tao ha tenido un hijo convenientemente llamado Dólar, quien se convierte en el tercer personaje cuando uno de los anteriores tres va quedando fuera de la vida de Tao hasta desaparecer en el tercer tiempo (año 2024), siendo reemplazado en protagonismo por Dólar. El formato se ensancha en ambas oportunidades (a panorámico anamórfico), como dando a entender que tanto Tao como Dólar y la China han ampliado sus horizontes, sin llegar a significar que, por haberlo hecho, tengan certeza de hacia dónde van.



Permanencias

Las montañas deben partir cuenta la historia de la China contemporánea a través de estos personajes cuyas vidas van desde el espanto comunista hasta el capitalismo más salvaje chinos, y la estabilidad y prosperidad australianas. Cómo combinar las tradiciones y un legado milenario con las comodidades tecnológicas del futuro cercano, cómo acordar un rumbo a un país que pareciese, como Rusia, no poder sino escoger la peor forma de ideología y/o las taras más ruines de la forma de producción masiva.



La melancolía de Tao continúa en una escena final hermosísima, perfecta, en la cual se conjugan los tres niveles de la vida de la protagonista, y el director arroja luz sobre la significación del título de su película. La aceptación, tan propia de los orientales, de que aquello que parecía inamovible será algún día polvo. Tal vez, como Tao, estaremos allí para verlo.

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