Sed de noir (2 de 2)
Dentro de la tendencia nostálgica de muchos cineastas de
la década del setenta, el género noir
toma un camino que vuelve sus ojos al pasado, así como lo haría el director
Roman Polanski. Cintas como La banda de los Grissom (1971, Robert
Aldrich) insistirán en hablar de la violencia en el seno de la sociedad
norteamericana y del lado amargo del sueño americano mientras la producción de
Polanski se mantiene en la línea del recuerdo de los personajes clásicos del
género tales como el detective privado. “Con el nacimiento de la posmodernidad
como fenómeno histórico –cuyos albores se sitúan tras el final de la Segunda
Guerra Mundial (cuando caen hechos añicos los ideales de la Ilustración y la
concepción de la historia entendida como un proceso de progreso continuo) y
cuya eclosión comienza a manifestarse de manera evidente a partir de los años
setenta–, el pastiche y la simulación de la realidad se instalan como algunos
de los procedimientos estilísticos clave de los nuevos tiempos”, explica al
respecto el autor Antonio Santamarina. Con estos rasgos posmodernos surgirían
películas del género que regresarían a esa estética de antaño, como la
glamurosa L.A. Confidential (1997,
Curtis Hanson). El escándalo de Watergate estaba sucediendo, así como el mismo
año del estreno de Chinatown llegaría
la destitución del presidente Richard Nixon y el recrudecimiento de la crisis
del petróleo. Era fácil mirar atrás pues el desengaño que produjo la Guerra de
Vietnam estaba acabando con la laxitud jipi e hizo de los cineastas de esta
generación unos inconformistas cuyo talento lograría que Hollywood sobreviviese
la crisis.
Chinatown
Realizada a la manera del cine negro de los
años cuarenta, Chinatown (Roman
Polanski, 1974) desarrolla una intriga que involucra el suministro de agua de
la ciudad de Los Ángeles, una supuesta infidelidad y la historia de amor entre
el protagonista y el personaje interpretado por Faye Dunaway. Su mitificación
del cine de detectives revela las intenciones de Polanski de recrear ese
ambiente de pesimismo existencial, de exponer la corrupción generalizada
mediante una estética limpia y cuidada que representase con melancolía el
género y homenajease a John Huston, el director de la película que inaugurase
el noir, El halcón maltés.
Como se trata de Polanski, la trama no podía
sino contener algún aspecto siniestro revelado en algún personaje. También hay
codicia. El guion de Towne fue premiado por la Academia, y es uno de los textos
que se estudian en El guion, del gurú
Robert McKee: señala que aunque mantenga una estructura general clásica del
género, en Chinatown el criminal se
sale con la suya al contrario de lo que sucede en el resto de los “misterios de
asesinatos” en guiones noir
anteriores. Estas sanciones serían imposibles sin que se hubiesen dado los
actos de corrupción e impunidad, entre otros conflictos de la década. A partir
de Chinatown surgirían muchas cintas
del género similares con finales trágicos, como por ejemplo Instinto básico (1992, Paul Verhoeven) y
Seven (1995, David Fincher).
Además del guion majestuoso, las actuaciones de
Nicholson, Dunaway y Huston representan buena parte del éxito de la película,
cuya trama “a lo Raymond Chandler” se convertiría en un clásico sin edad cuyos
valores se vuelven contemporáneos y visionarios.
Con generaciones de descendientes directos de
italianos como la de Coppola y Scorsese, el cine que tiene como protagonista al
gángster o líder de la mafia renace rescatando estilos y estéticas anteriores
al presente para hablar de lo que consideran atemporal. En los noventa esta
tendencia respondió además a la influencia de la fragmentación posmodernista
del relato. Sus maneras son cinéfilas: inician las referencias, citas,
intertextos entre películas del género y los directores se apropiarán de ellas
creando nuevos significados. Todas estas modificaciones, por más que se trate
de asemejar un estilo antiguo, crean una estética novedosa que busca “recobrar
una cierta pureza de la mirada, al menos en lo tocante al cine negro”, dice Santamarina.
Los hermanos Coen no son ajenos al género: Sangre
fácil (1984), primera película de los realizadores, es un thriller detectivesco de crímenes y
traiciones.
Muerte entre las flores
La presencia inevitable de la muerte hace a Muerte entre las flores (Hnos. Coen,
1990) una de las películas de cine de género posmodernas de la llamada estética
de la violencia, entre las que se encuentran representándola las cintas del
joven Quentin Tarantino. La manera en la que se presentan las muertes son
específicas: se muestra la violencia con detalle, sea o no una muerte. Los
personajes a los que no vemos morir los vemos ya muertos o en todo caso, vemos el
rostro del asesino. El uso de toda esta violencia como estética, aunque sea un
asunto visual, siempre responde a las acciones y psicología de los personajes y
a los hechos necesarios para que la trama se lleve a cabo. No hay nada
gratuito.
Incluso participando de la estructura clásica
del cine de Hollywood: planos y contraplanos en las conversaciones, planos de situación
y etcéteras, hay elementos que podrían escapar al clasicismo. El color, por
ejemplo, lejos del de Chinatown, es
completamente opaco. El tono visual es oscuro: se filmó en días nublados y hay
un único rayo de sol en las escenas rodadas en el bosque escogido para ser
Miller’s Crossing. Los verdes y ocres son mucho más siniestros que en otras
escenas. Otro detalle de importancia es el sombrero: este elemento resulta
clave en el cine negro clásico, pues se trata de un objeto con valor icónico en
el género. Tom le da una importancia a este elemento que otros personajes no le
dan al suyo. Como para la mayoría de los antihéroes noir, el sombrero es para Tom una extensión de sí mismo.
Las influencias (pues se trata de una cinta de
los noventa) se pueden rastrear desde La
ley del hampa (1927, J. Von Stenberg) hasta ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988, R. Zemeckis), pasando por El tercer hombre (1949, C. Reed), Sunset Blvd. (1950, B. Wilder) y Chinatown (1974, R. Polanski). Esta retro film noir –como la llama
Santamarina–, homenajea en tono nostálgico las claves del cine negro clásico
sin las restricciones de la censura de dicha época y con una mirada mucho más
irónica y cínica propia del cine posclásico.
Comentarios
Publicar un comentario