Noventa años de La pasión de Juana de Arco
El realismo del autor Carl Theodor Dreyer aparece cuando el cine
europeo se concentra en París y Berlín tras la Primera Guerra Mundial. Muchos
cineastas buscaron establecerse en estas ciudades: el norteamericano Man Ray,
el español Luis Buñuel, el brasilero Alberto Cavalcanti. Tras los intentos de
hacer cine histórico en el que los decorados y el vestuario fastuosos resultaban
muchas veces más un obstáculo que elementos de una construcción histórica, aparece
una tendencia en la que se procuró sustraer el ornamento de la puesta en escena:
el realismo.
La Société Générale de Films le propuso a Dreyer hacer una
película. El danés vio en la figura de Juana de Arco una manera austera y
sencilla de representar un hecho histórico. Un místico, Dreyer realizaría otras
películas explorando esta naturalidad y sobriedad: Vampyr (1930) una película fantástica, sobrenatural, sobre las
fuerzas del mal hechas brujos y vampiros; y La
palabra (1955) donde toca asuntos espirituales, religiosos. Muestra de este
realismo se encuentra también en una película como Avaricia (1924) de Erich von Stroheim, cuya estética desnuda los
escenarios, vacía los planos y reduce al mínimo los artificios.
La pasión de Juana de Arco (1928) podría
ser el germen de la puesta en escena en Dogville
(2003, Lars Von Trier). Ver a Maria Falconetti casi exclusivamente en primeros
planos es un acercamiento psicológico que no era frecuente en el cine de la
época. No solo es inusual que una película consista en una mayoría de primeros
planos, sino que Falconetti no lleva maquillaje y no hay nada a su alrededor,
los fondos son blancos, vacíos. A veces vemos alguna parte del decorado, una
ventana, un arco, pero en general no sabemos siquiera cómo están dispuestos los
personajes en el espacio, si se llegan a mover los guardianes y los
eclesiásticos o permanecen todo el juicio en el mismo lugar. Ellos tampoco
llevan maquillaje, y están filmados con más contraste que Falconetti,
endureciendo sus facciones, arrugas, expresiones. El vestuario, aunque Dreyer
insistió en que fuese auténtico de la época, casi no se puede apreciar por la
ausencia de planos generales. La pasión
de Juana de Arco tiene 1500 planos y solo son medios y primeros. Cuando
Dreyer nos muestra a los jueces temibles de Juana lo hace mediante
contrapicados que los presenta entonces engrandecidos, poderosos. Juana en
cambio aparece en grises suaves y completamente expuesta, sin permitir espacio
entre el espectador y la historia de este proceso.
Con estas
decisiones técnicas acerca de cómo debía verse y sentirse la película, Dreyer
establece un tono en el que no solo se desprende de los artificios del cine
histórico contemporáneo con el suyo, sino que fragmenta el espacio y desorienta
espacialmente al espectador porque lo importante siempre fueron los rostros y
su potencia visual: la intimidad que procura desnuda a los jueces y a Juana y
no hay nada más de qué ocuparse. Cine privado, manifiesto y abierto.
https://www.youtube.com/watch?v=d3Q6FVhqLY0
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