El rey león
“La vida no es justa, ¿verdad?”
Quien quizás sea el
villano más oscuro de la casa Disney tiene a su cargo la primera línea hablada
de la película El rey león (1994, Rob
Minkoff y Roger Allers). Habla con un ratón que planea comerse, justo antes de
ser interrumpido por el mayordomo real, el ave Zazu. Scar, es decir, Cicatriz,
nos habla primero de la justicia.
Hablar de justicia
y moral es un asunto complejo: se trata de hablar de cómo la sociedad
distribuye las cosas que apreciamos, dice el filósofo Michael J. Sandel, y una
sociedad justa “da a cada quien lo suyo. Lo difícil empieza cuando nos
preguntamos qué es lo de cada uno, y por qué lo es”. Y es que hay una razón por
la cual el villano dice aquello. La llegada del recién nacido sobrino,
significa para él una sola cosa: no será rey, aunque quiera, aunque haya sido
el siguiente en línea al trono hasta que llegase Simba. Y también, porque en
una cinta como esta, están claramente delimitados los personajes que hacen el
bien de los que hacen el mal, y un héroe como Mufasa, jamás haría semejante
sentencia. No es un resentido. No lleva cicatriz.
Scar asusta a ambos
reyes, presente y futuro, cuando ordena a las hienas atacar al pequeño y a su
desafortunada compañera. Luego en presencia de su ejército de animalejos echa
por tierra la importancia del rey (de ese
rey, Mufasa) y repite algo que desde poco antes de octubre de 1917 estuvo
rondando la cabeza mongol de Vladimir Lenin: “Apóyenme, y nunca más sufrirán
hambre”, es la promesa del villano, aclamada de inmediato a coros de “¡Que viva
el rey!” por sus hienas, formadas militarmente para desfilar entre piedra,
hueso y fuego.
Tal vez poco menos
de veinte años después, qué casualidad –dice el cineasta checo Milos Forman que
el “para siempre” de los comunistas suele ser veinte años–, las hienas se
acercan a la roca donde se recuesta a nada el nuevo rey, Scar, a decirle que no
hay comida ni agua en el Reino. “Ya no queda nada”, le dice Sarabi, viuda de Mufasa.
El territorio está desolado, oscuro, muerto. Scar culpa a las leonas de la
escasez, dice que no hacen bien su trabajo. Cuando está por golpear a la leona,
aparece Simba, para la angustia de Scar, quien cree que ha visto un fantasma: y
así es.
Esta versión de la
tragedia de Shakespeare también recurre al fantasma para reclamar justicia por
un asesinato. El gesto de estupefacción y profundo horror en Scar cuando cree
estar viendo a Mufasa es uno que ya quisiéramos ver aparecer en los rostros de
nuestros villanos contemporáneos. Al parecer, no concilian bien el sueño:
Stalin, Lenin, Mao, Hitler solían trabajar mucho de noche, como los
delincuentes comunes. Mejor dicho, como otros delincuentes comunes. Más de un
fantasma debió rondarles las horas oscuras.
Las hienas, aunque
descontentas y hambrientas, son leales al tirano. Hasta que este, acorralado, a
un paso de su muerte, dirige las culpas y señalamientos de responsabilidades
hacia ellas. Las hienas son las verdaderas enemigas, dice, y al escuchar esto,
aquellas se vuelcan sobre él en un ataque feroz de ira ciega y ardiente. Justo
o no.
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